DOS MONEDAS.
- Gustavo Herrera
- 1 feb 2020
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 19 mar
"... y en las calles había tanto silencio, que probablemente se oían las lágrimas caer..."

… Aurelito reconoció que esto no era normal, acostumbrado a cantar entre todos los pies que se escurrían ante su mirada perdida.
Su promedio, un buen promedio, un par de "tejas" por cada treinta pares de zapatos, lo tenía bien calculado.
-esto no es normal- se dijo, -será que ya nadie quiere caminar!-.
Fue entonces que a falta de zapatos desfilando por la acera, resignado, sacó un "cabito" de lápiz para emergencias que tenía acomodado en la bolsa interna de su saco, extendió el papel que daba de forro en la solapa, y retomó en ese instante aquellos poemas que nunca dijo a nadie que estaba mascando hace más de treinta años en su cabeza.
Nadie sabía que Aurelito podía escribir. Nadie sabía que él se llamaba Aurelito. Quienes lo trataban, le llamaban "dos monedas".
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